Es difícil sintetizar en pocas palabras el cúmulo de sentimientos y sensaciones que puede suponer para cada cual participar en la EVEREST TRAIL RACE. Casi tan difícil como definir lo que empuja a muchos de nosotros a plantearnos retos o metas que suponen, en la mayoría de los casos, un esfuerzo desmedido.

Quizás sea nuestra propia vanidad la que nos conduce a plantearnos semejantes objetivos. Seis días de esfuerzo, 29.000m. de desnivel acumulado y 160 km., dan para mucho, en lo personal, lo físico, y lo humano. Largas distancias, subidas inacabables, descensos que irremediablemente terminarán iniciando un nuevo ascenso sin fin, frío, altura, autosuficiencia, soledad, el peso de la mochila, el diálogo permanente con nuestras propias limitaciones, capacidades e incapacidades, llegando en  ocasiones al desamparo físico… todo ello, sin duda, nos lleva hasta el fondo de uno mismo, al límite, ese límite al que llegamos y constatamos que aún está en alguna estación más lejana, o, al menos, ése es nuestro deseo.

Con estos planteamientos, pensaréis que parece que quiera disuadir de participar en esta dura y espectacular carrera, quizás una de las mas duras del mundo. Nada más lejos, los que estéis leyendo sabéis de qué hablo…

¿Qué nos fascina de todo ello?  Naturalmente, cada uno tendrá sus propias respuestas y objetivos y sería temerario y arrogante por mi parte tomarme la libertad de definir las necesidades de cada cual.

Sin duda, la EVEREST TRAIL RACE, de manera global, puede ofrecernos belleza salvaje, la espectacularidad del Himalaya y sus gentes, el encuentro con otras culturas, el descubrimiento… y en lo deportivo, quizás, una de las carreras más duras del mundo, y lo que ello conlleva: el reto, la superación, el acercarse al límite… aunque por encima de todo, suscribo las palabras de uno de los participantes en la edición 2011:

“si esto fuera tan sólo una competición pura y dura no tendría ningún sentido; la dureza la da el entorno y no la competitividad en sí. Estamos aquí para compartir y ayudarnos. El esfuerzo se puede hacer en una maratón de cualquier ciudad, pero las sensaciones, el entorno y los sentimientos… compartirlo con amigos, conocer gente nueva, con la que te ríes, lloras… eso es lo que al final nos queda y es lo que hará que sea para todos una experiencia irrepetible”.

Vivimos en una sociedad demasiadas veces insolidaria y faltada de valores humanos, con tendencia a sacar lo peor de nosotros mismos… Mi deseo, por tanto, es que el espíritu del principio perdure en todas las futuras ediciones de la EVEREST TRAIL RACE.

Jordi Abad

Director EVEREST TRAIL RACE